El Inca en su infinita sabiduría eligió Cajamarca como el lugar de reposo para sus tropas y el ejército de ñustas que conformaban su séquito por muy buenos motivos. La campiña cajamarquina, entre cuyos múltiples atractivos están los baños del inca, a escasos seis kilómetros de la Catedral de la capital departamental, es en verdad hermosa. Es materia de orgullo local el medio centenar de “verdes” que un cajamarquino puede identificar en ese vergel sobre los 2700 msnm.

En lontananza columnas vaporosas evidencian la cercanía de los baños termales, de noche una escena sugestiva y convocante. El dichoso manantial nace en los predios de lo que fuera –algunos años, entre las andas del Inca y las andanzas de Velasco– una ubérrima hacienda ganadera, de toros de lidia siendo más precisos, el hierro La Pauca grabado sobre el lomo de estos robustos astados de propiedad de don Rafael Puga Estrada. Ese toro, en su fiera mirada, la retina de piedra, una vez en el ruedo, no reflejaba la campiña de ensueño en donde fue criado.

Aquí, la fuente de donde emergen a la superficie las aguas termales le llaman El Tragadero. Inhale profundo el aire fresco y puro del campo cajamarquino, el olor a menta de los eucaliptos y de las aguas mineralizadas que manos industriosas de antiguos peruanos canalizaron hacia las pozas donde el Inca y su séquito real disfrutaron de merecido descanso.

El predio delimitado por altas alamedas de eucaliptos fue una casa hacienda con dos alas de hospedaje, una treintena de habitaciones amplias y con colchones tan mullidos como las copiosas nubes serranas en el cielo celeste. De noche, un grande ojo de agua termal bajo las estrellas refleja la cara plateada de la luna envuelta en el vaho y que muy probablemente los consejeros del Inca supieron interpretar como un presagio.
En este paraje extraordinario hay otras termas cuyas aguas ricas en minerales como el litio y el calcio, el potasio y el sodio, el hierro y el magnesio, ayudan a normalizar el funcionamiento en general del sistema nervioso autonómico del cuerpo y calmar el stress producto de tiempos convulsos. El ciclo hidro medicinal cierra con una sauna y un restaurante de cuatro tenedores, El Fogón, cuya cocina está considerada como una de las mejores de Cajamarca.
La contraseña para acceder a este paraíso terrenal es muy fácil: Hotel Laguna Seca, señor taxista, se lo ruego.


