Chile acaba de tener elecciones. Han pasado a la segunda vuelta los candidatos de los extremos de la izquierda y la derecha. Igual que en el Perú, desapareció el centro y se polarizó la elección. La izquierda está representada por Gabriel Boric, un joven de 35 años que de líder estudiantil se convirtió en parlamentario. El otro candidato, José Antonio Katz, quien ganó la primera vuelta, es un declarado conservador y simpatizante de la dictadura pinochetista.
Cuando el general Pinochet dio el golpe de Estado, Gabriel Boric no había nacido. Cuando terminó la dictadura, Boric cumplió 4 años. Sin embargo, él se convirtió en el exponente del cambio generacional de la política chilena ante quienes habían recuperado la democracia en 1990.
En Chile ocurrió, repentinamente, el célebre estallido social de octubre del año 2019. Una inmensa mayoría ciudadana se movilizó exigiendo cambios. No obstante que todos los índices económicos habían mejorado notablemente, a pesar de la drástica reducción de la pobreza y el incremento de las clases medias, la gente salió a las calles a protestar por las desigualdades. El mundo quedó atónito, fundamentalmente porque nada hacía prever un fenómeno de la magnitud como el que se produjo. Dicha movilización ciudadana no tenía un liderazgo reconocido y el reclamo se convirtió en vandalismo violento e incontrolado. Chile entonces tuvo que encontrar una salida política: había llegado el momento constituyente. Gabriel Boric aparece como un promotor del plebiscito constitucional y de la Asamblea Constituyente. Ambas elecciones la izquierda las gana de manera contundente. La derecha había quedado reducida a su mínima expresión electoral. Todo hacía presumir, por ello, que la izquierda ganaría las elecciones presidenciales.
Pero apareció José Antonio Katz con un mensaje claro y escueto. Solo dos palabras: orden y seguridad. La idea era identificar a la izquierda con la destrucción que ocasionó el violento desvarío en el que degeneró el ahora conocido como octubrismo (así se le bautizó al estallido social) del 2019. Y Katz gana la primera vuelta. El próximo 19 de diciembre se definirá quién será el próximo presidente de Chile.
La gran pregunta del proceso chileno es cómo se explica que una numerosa cantidad de ciudadanos se haya manifestado por el cambio, al punto de haberle dado a la izquierda dos importantes triunfos electorales sucesivos, y contradiciendo esa conducta, haya desplazado su voto, ahora, por José Antonio Katz. Si se quiere una sola razón: por el miedo.
El proceso en el Perú es harto conocido por nosotros. Contra todo pronóstico, Pedro Castillo, para solo recurrir nuevamente a una sola razón, se convierte en presidente de la República por el voto de rabia de aquella ciudadanía duramente golpeada por la pandemia de la Covid-19 y abandonada a su suerte por la incapacidad del Estado.
De manera pues, que no obstante las particularidades de cada realidad, que sin duda existen, los resultados de las dos elecciones presidenciales se explican, antes que por consideraciones políticas, por íntimos sentimientos humanos: la rabia en el caso del Perú, y el miedo en el caso de Chile.
*Abogado y fundador del Foro Democrático